Días en los que estás tan encantado
de haberte conocido que le gritarías al mundo entero que te aceptas como eres,
incluyendo tus locuras, tus días malos, tus miedos, tus defectos, tus no me
entiendo ni yo, y tus lo tiraría todo por la borda, porque eres así y no
cambiarías un ápice.
Días en los
que sientes que todo lo vivido ha merecido realmente la pena, hasta tal punto,
que no cambiarías nada de tu pasado, porque cada momento te ha llevado hasta lo
que eres ahora, te ha llevado a lo que vives ahora.
Días en los
que eres más consciente que nunca de que tu día a día está lleno de esas
pequeñas cosas que, aunque parezca un tópico, son las que realmente llenan de
sentido nuestro día a día.
Días en los
que cada poro de tu piel rebosa felicidad, en los que eres feliz, sin más, sin
importar el por qué o el cómo. Y es que, esos días son los que realmente nos
definen, los que realmente merecen la pena.